El Parkinson es una enfermedad neurodegenerativa crónica que afecta principalmente a las personas mayores, aunque también puede presentarse en adultos jóvenes. Esta enfermedad se caracteriza por la pérdida progresiva de las células nerviosas en una región del cerebro llamada sustancia negra, que produce dopamina, un neurotransmisor esencial para el control de los movimientos del cuerpo.
Los efectos del Parkinson son variados y se manifiestan principalmente como trastornos del movimiento. Entre los más comunes se encuentran el temblor en reposo, la rigidez muscular, la lentitud de los movimientos y la pérdida del equilibrio. Con el tiempo, estos síntomas pueden llegar a ser incapacitantes, dificultando actividades cotidianas como caminar, hablar o comer.
Además de los síntomas motores, el Parkinson también puede tener efectos no motores, como trastornos del sueño, depresión, ansiedad, problemas cognitivos y dificultades para tragar. Estos síntomas pueden tener un impacto significativo en la calidad de vida del paciente.
Las consecuencias para la salud de la enfermedad de Parkinson son graves. Sin un tratamiento adecuado, la enfermedad puede progresar rápidamente, llevando a una discapacidad severa y, en algunos casos, a la muerte. Sin embargo, con un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado, es posible controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas con Parkinson.